Tuesday, May 12, 2009



Cuando No es No y Sí fue hace tiempo

Continuidad, una palabra muy significativa. Hoy mientras caminaba desde el colegio Aguirre Abad hasta la Av. Plaza Dañín iba pensando en los encuentros. Después de entrevistar al Inspector General del colegio sobre el tema de los exámenes para los maestros, decidí sentarme en el bar y comerme una empanada de verde. No en vano tengo la cara hecha pedazos. Entre el verde y el chocolate voy a morir. Ahí en el bar, en otra mesa estaba una mujer, tal vez de mi edad. Tenía los ojos rojos, y no sé por qué le dije: ¿Qué le pasa? De verdad que se sentía triste, al menos eso sentí yo. Cuando terminaba de hacerle la pregunta las lágrimas se le salieron. Yo me quedé con el sabor amargo de la empanada, así que solo alcancé a murmurarle que no llorara. Ella si estaba muriendo. Moría de amor.
Me contó que su marido está en Buenos Aires y que ella regresó hace tres meses y que ayer llamó a su casa y le contestó una mujer que le preguntó quién era. Cuando ella le dijo que era la esposa de …la otra se rio y gritó: “Te llama tu mujer ecuatoriana”. Así de sencillo. “Son siete años”, me dijo, “Siete años en los que he entregado todo”. A estas alturas la empanada era un rezago incomible y mi amiga seguía avanzando en una historia que más que sorprenderme me hacía pensar por qué justamente, este día, una mujer me contaba una historia de traición.
“No sé qué hacer”, me decía y yo solo la escuchaba hasta que le dije, sabe qué, no llore que yo le voy a contar mi historia y eso hice. Un año después puedo articular mi historia. Exactamente ha pasado un año y la conté como si hablara de otra mujer y no de mí, y cuando terminé la mujer ya no lloraba sino que estaba atenta. ¿Usted es de aquí?, me preguntó. Claro, le dije, por supuesto, que lo soy.
Luego dijo, “Yo lo amo y me quiero morir, pero si me llama no volveré”. También dijo que quería hacer cosas malas. Y pensé: “Tengo que decirle algo que la haga cambiar de opinión”. Y bueno, no se me ocurrió nada, ni una sola idea, ni un solo consejo, y para colmo le dije que mientras más pase el tiempo, se sentirá más desolada, pero que luego, en algún momento indefinido y sin ninguna explicación, todo habrá cambiado. ¿Pero cuánto tiempo?, me preguntó. Suficiente para que vuelva a decir Sí, le dije.
Llego a casa y me siento a escribir, mensaje de texto. “Oh no”, “No puede ser”. Leo, pero no contesto. Sigo, me concentro. Una hora más tarde una llamada, no contesto, luego otra y otra. ¿Cómo es posible que un No rotundo crea que pueda convertirse en un Sí? No hay manera me repito, no hay manera de hacerle comprender a los otros cómo la continuidad es la única posibilidad de mantener un afecto. Sin ella, siempre será NO.
Basta leer los signos del futuro desamor para ni siquiera querer ahondar en la curiosidad de una nueva búsqueda. Hasta que pueda decir Sí, sin pensar en el No.

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