Thursday, September 03, 2009

Las universidades y sus profesores

A propósito de la gran discusión que recién empieza en los medios sobre la Ley de Educación Superior que creó la Senplades, y que ya se ha modificado por los diálogos que el organismo ha mantenido con rectores y "expertos" en Educación, surgen varias interrogantes.
La primera de ellas, me parece justo decirlo, es plantear la existencia de un ente que rija pedagógicamente los centros de educación superior sean estos públicos o privados. Algo así como un comité pedágógico. Por un lado, la autonomía educativa desaparece si los contenidos y pedagogias y didácticas se imponen desde arriba, y por otro, la dudosa conformación de este comité tampoco serían una garantía.
¿El Estado debe dictar normas y contenidos en el campo del conocimiento y del saber? Es posible que muchas personas piensen que sí. Si es así, allá está la Universidad Pública, financiada enteramente por el Estado, pero por otro lado, están las universidades privadas que, en la práctica, obtienen mejores resultados, que esas otras universidades públicas.
Luego están las pólíticas de regir la cantidad de profesores que deben obligatoriamente tener títulos de cuarto nivel. Pura teoría, puro requisito burocrático cuando sabemos que el conocimiento no se garantiza por un cartón.
¿Qué implica para un profesor llegar a obtener una licenciatura, una maestría o un doctorado? Pues años de estudios, mucho dinero invertido que jamás se revierte en ese cartón que lo certificará como apto para entrar en la "inexistente academia ecuatoriana". Y digo inexistente porque los sueldos de las universidades del país dejan demasiado qué desear, y las condiciones de trabajo dentro de una de estas "casas del saber" son vedaderamente inhóspitas para quienes intentan vincularse a ellas.
Así, ¿cuántos profesores querrán titularse para seguir dando clases en universidades? ¿Cuándo será que la universidad ecuatoriana decidirá pagar a sus profesores por encima de los 13 dólares la hora de clase? y sobre todo, cuándo se comprometerá a afiliar a su profesor como parte de esa institución entregándole los derechos laborales que le corresponden.
Una compañera de trabajo y amiga ha dictado ya varias materias en la Escuela de Comuncación de la Universidad Católica de Guayaquil. Hace poco preguntó cuáles serían sus materias para el siguiente semestre. La respuesta fue contundente. ¿Qué materias?, le dijeron, si una es de otra profesora y la otra que dictas es mía.
Con un signo de interrogación, la profesora se retiró pensando, primero si su trabajo no había sido bueno y segundo, si llegaría el momento en que ella pudiera establecerse como profesora titular de una cátedra, pero sobre todo, si no sería mejor organizar fuera de la universidad el taller que dictó dentro de la Institución.
¿Vale la pena entonces que los profesores dediquen todo el tiempo que dedican a dictar clases en una universidad? Y por otro lado, ¿hasta cuándo los propios profesores siguen permitiendo este abuso sucesivo mantenido por la idea de que así son las cosas y que es la institución la que decide estos particulares y no los directores de carrera o los coordinadores que tienen cercanamente estas problemáticas, a la vista?
¿Quién, en su sano juicio, creo posible dedicarse exclusivamente a la cátedra universitaria? Temo que la respuesta esté de más.

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