Voy a comentar Novela de Dios de
Ernesto Carrión. No es la primera vez que comento un libro de Ernesto, tampoco
es la primera vez que leo y releo su trabajo, por eso la primera palabra que me llega a mi mente cuando pienso en el trabajo literario de Ernesto es: asombro. Y el
asombro es algo que, tal vez, se va perdiendo con el paso de los años, pero que
no puede perderse en el arte. Desde esta grieta que es el arte y la literatura
es donde el asombro, lo posible, los sueños y todas las cosas maravillosas que
son etéreas y eternas se hacen evidentes en este plano que es el mundo.
Asombro, digo, para apreciar la evolución de
Ernesto como poeta, y aunque voces como la de maestros como Echavarren y Kozer
puedan disentir con esta idea, también, como narrador. Al final, la discusión
sobre los géneros es inútil, los límites son siempre imaginarios, y para este
caso da igual si Novela de Dios se lee como un gran poema alegórico que como
una hermosa novela lírica. Lo que aquí ha importado es que lo que dice Novela
de Dios se ha transfigurado en varias propuestas.
La primera y más evidente, por supuesto
será identificar a los personajes más conocidos de ella. La pareja de Frida y
Diego revoloteando, que es la historia de la creación en las parejas del arte.
Imposible desligar a esta pareja del arte con la pareja original bíblica Adán y
Eva y tampoco con la pareja real Ernesto /Isabel.
¨Sentado
frente a mi esposa el mundo es justo lo que necesito de él. Y la Novela de Dios
es un fragmento aparente de mi propia vida¨.
La segunda es que Frida es Ernesto y aquí
ocurre el primer travestismo de esta Novela de Dios. El creador, el poeta se
desdobla para identificarse con la mujer creadora y en este caso particular,
desde el dolor del cuerpo que muere de Frida. En este sentido específico, Diego
Rivera, no me interesa. Pero toda la historia de la pareja no es más que el
pretexto para hablar de la historia de amor o del amor.
¨Triza
una final lluvia el parabrisas de E que maneja por su mundo como si estuviera
en un sueño. Su mundo es un tronco de miedos. A veces, su familia, la que ha
logrado después de tanta labor, le da consuelo. Piensa E que ante la muerte
sólo se abrazará a su mujer, envuelto entre las sábanas como cuando tenía 8
años y venía algún fantasma cruzando la avenida con una claridad sobrepasada.
El sabe que después de la muerte nada se sabe, pero que la vida no puede ser
únicamente el viaje hacia la ausencia de vida. Tiene que haber algo más que la
procreación y el diálogo interminable con uno mismo desde su letrina cósmica.
Observa la caída de lo minúsculo, la gota y su composición en el cuerpo. Piensa
en el átomo y un segundo en la bomba y luego en la molécula compartida entre
todos. Einstein tenía razón: Vivimos en el mundo cuando amamos¨.
La tercera es que Novela de Dios es un
libro sobre la paternidad. De repente ese papel inactivo del padre se convierte
en pasajes poéticos en donde la observación del hijo adquiere un nuevo
conocimiento:
¨El
sol sobre su cabeza hace un punto de fuego. Se desliza como metal sobre los
huesos calientes buscando explotar en una idea llena de personajes muertos: La
novela de Dios. Niños gritando en una cama elástica y su hijo meciéndose en el
columpio de la derecha es todo el contenido del mundo que ocupa su cabeza. Aprieta el sol su palma regordeta contra la
coronilla de E¨.
Mientras pensaba en cómo comentar este
libro pensé decir que el poeta le daba otro sentido a la maternidad. En realidad
esta historia le da sentido a la paternidad, a lo que normalmente no podemos
apreciar en este estado masculino porque sublimamos el papel materno.
La voz del poeta encuentra en estos
momentos cotiadanos una felicidad por el deseo del hijo, o por la presencia de
ellos, una manera de explicarse a sí mismo a través de ellos. No como si los
hijos fueran una necesidad, sino como esos otros que permiten aprender a verse.
¨Luego
escribí en su novela: Emilia-Ezequiel-Ernesto (Y vió Dios que era bueno que yo
tuviera mi propia trinidad electrizante)¨.
Una cuarta línea interpretavia, o lectura
posible de Novela de Dios es lo literario. Un libro hecho para reflexionar
sobre la ficción, sea esta poesía o narrativa en donde la construcción de la
obra se ha hecho a partir de discursos distintos: el de la ciencia, el de la
poesía, el de la religión, el del arte,
y para ello distintos personajes provenientes de todos estos discursos hacen su
aparición para contarnos algo de ellos. Algo íntimo, no lo que ya sabemos.
Desfilan por Novela de Dios: Elliot, Camus, Joyce, Espartaco, Buda, todos ellos
mirados desde el curioso Átomo de Cesio.
(Cesio es el elemento químico
con número atómico 55. Fue descubierto en 1860).
En este carnaval líriconarrativo todos son
sospechosos, los correctores, los personajes, el editor que tacha las voz de
los correctores, el átomo. Detrás de todos hay una sola voluntad creadora que
es la del poeta jugando todo el tiempo, por eso crea una No vela : ¨o sea algo que no
alumbre… una historia de amor No
velada Algo no revelado o sea ;
lado que no se aclare en ninguna de sus partes,
perfecta oscuridad para el no velista.
Así, quien ve es el poeta, y ve más allá, dejando al narrador como un pequeño
artesano usado, simple remendador de cualquier historia.
Y podríamos seguir o podría yo contar la
historia en orden, pero estoy segura de que esa labor es la de los lectores,
que se acercarán a este libro publicado por Editorial La caída.
El asombro aquí, termina, con la lectura de Novela de Dios, dispuesto a encenderse con la siguiente obra.