Los lugares reales de Guayaquil
no existen. Hace mucho que los sitios únicos para trabajar el arte han
desaparecido en esta ciudad y sin embargo, las Historias sucias de Santana han
llevado a Cadáver exquisito ediciones a un escondite inigualable…el taller del
maestro Walter Páez, conocido grabador ecuatoriano, que lejos de de la
espectacularidad trabaja como siempre, desde hace años en el piso superior de
lo que fuera el Gran Cacao, en la calle Panamá, a una cuadra del río.
Aun llega a ese edificio el olor
del café que venden en la esquina y el artista se ha encargado de
restaurar la construcción de madera que conserva los pasamanos y ventanas
originales. Es un espacio de aproximadamente 100 metros cuadrados de paredes
sin límites vestidas de pinturas, serigrafías y grabados regalados y olvidados.
Aquí se conjuga el trabajo con la pasión violentando todo presupuesto original
de una idea macabra: que el trabajo es una prisión a la que todos estamos
condenados inexorablemente. Es este medio no hay una reflexión muy grande sobre
cómo el arte se escapa del trabajo o constituya una suerte de trabajo
disidente. Y podríamos enfilar ahí, también al crítico, al investigador y a
todos aquellos que no se alinean a cualquier poder, que es la postura que yo
creo que debe tener cualquier artista o intelectual, para ya sea a través del
arte o de la reflexión teórica, desmontar estructuras.
Es en este lugar en donde Paez
crea y enseña aunque dice que no lo hace ya. Sus allegados, alumnos y personas
que le piden consejos sobre su técnica pueden acceder al taller y trabajar en
él con la única condición de que no se lleven nada: “No me gustan los ladrones”,
es todo lo que menciona al referirse a quienes frecuentan la casa.
A primera vista este taller me
recuerda a otro, uno en la calle Sol de La Habana, el taller de Chocolate…y
como el mundo es más que pequeño recuerdo que en esa visita a Cuba Jimmy
Mendoza dijo que le entregara a Choco unos grabados, uno de él y otro de Páez.
El maestro sonríe con mi historia mínima y dice que es gran amigo del cubano,
que ha estado también en su taller y el ciclo se cierra. Se cierra casi
completo gracias a las Historias sucias de Santana.
Walter quiere hacerlo todo, todo
bien, como él dice. “Yo no iba a poner cosas evidentes, o sea unas putas en la
portada”. Hay otra elaboración para un trabajo de interpretación como hacer la
portada de un libro…así que después de esta incursión no me preocupa ya el
trabajo creativo de las portadas. En mejores manos no podrían estar.
La tarde va cayendo y a lo lejos
se empiezan a prender las lucecitas del cerro, ya Walter quiere irse así que,
simplemente bajamos por la escolares roja y nos vamos.
No comments:
Post a Comment
Di lo que quieras... o casi todo...