Desde
los síntomas agudos que nacen en la carne herida hasta los vericuetos de la
siquis aplastada por la pérdida irrecuperable de las personas amadas, La luz
difícil, de Tomás González es una novela
fuerte, sostenida, devastadora, que se aleja del ya manido país en
guerra colombiano, para retomar la tradición literaria de la poesía más simple
y antigua, la del Eclesiastés y su voz contrariada por la existencia, su eco
consciente que se dispersa por la visión de los campos a la espera de la
cosecha.
Y
así como hoy intuímos que Eclesiastés no es uno solo sino varios, Tomás
González, se apodera de las voces de sus personajes y no solo los dibuja sino
que los sopla con su aliento y los dispone en una gran ciudad, listos para
vivir la tragedia contemporánea como si fuera la clásica, esa que solo la viven
personajes esforzados, como lo habría dicho el propio, Aristóteles, en su
Poética.
Sí,
ellos viven en Nueva York, pero se les ha dado características singulares: el
narrador es un pintor, un gran pintor, que además escribe, el hijo, digamos, el
protagonista de la historia aparente es un ser bondadoso que se convierte en un
mártir atrapado por su cuerpo agonizante, una esposa y madre de belleza
incuestionable, a pesar de la edad, que ha forjado un hogar excepcional.
Indiscutible
es que en La luz difícil, relato narrado por un anciano, la distancia con los hechos contados impregna
de sabiduría a la voz, siempre atenta a los detalles, a los silencios. Se trata
de una novela que se concentra en la mirada; una novela para aprender a ver, a
vislumbrar, a observar lo más sencillo y cotidiano con la alegría de haberlo
advertido y con la tristeza de la certeza del paso del tiempo. Mientras leía esta novela me puse a pensar en un poema de Efraín Jara, bueno en dos, en realidad. El sollozo por Pedro Jara, pero también Alguien dispone de su muerte.
La
luz dificil produce una pena, pero una pena tan poética que es imposible no
regodearse con ella. Así, cuando la buena literatura nos sume en estados
alterados, es posible que deseemos no volver a abrir otros libros por algún
tiempo. Los espacios para el dolor se multiplican como las mounstrosas imágenes
que nos devuelven los espejos, y la muerte, es el pleno espacio para la liberación del cuerpo.
La luz dificil. Tomás González. Editorial Alfaguara.
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