Aludo a una reseña que encontré navegando, sobre la obra de Guillermo Macchiavello, actor peruano, y su puesta en escena de Los condenados de Woody Allen, guión adaptado de Mateo Chiarella. Durante todo el mes de agosto se representará la obra en el Centro Cultural Los Olivares de San Isidro. Así que lo único gris en Lima es su cielo y el asfalto, por supuesto, el que vemos lejos de los circuitos turísticos.
Con ese titular que parece una metáfora esperanzadora empiezo una brevísima reseña de lo que fue un viaje que se fue forjando al calor del grupo de lectura de La casa morada y al que, alegremente, se unieron otras personas que se acoplaron de una manera inexplicable al grupo para mostrar que la vida sigue dando ciertas sorpresas y afianzando otras certezas.
Mi motivación inicial fue volver a Lima y como pretexto visitar la Feria del Libro que este año tiene -porque aún no se cierra-como invitado especial a Ecuador. En este sentido la exploración iba por el hecho de cómo esta invitación oficial se hacía realidad en otro territorio que tiene una amplia tradición literaria, en producción y en la organización de este tipo de eventos. Pero siempre hay más de una motivación, por lo tanto, poco a poco se fue desdibujando el de la Feria para darle paso al placer, por ejemplo, y a la concreción de un proyecto.
Evidentemente la feria de Lima es un acontecimiento en el que los libros son los protagonistas, además este año hubo un homenaje a Alonso Cueto, y desfilaron personajes como Vattimo, Bayly y Páz Soldán. Los ecuatorianos también desfilaron, pero ojo, algunos escritores llegaron a la Feria no como invitados oficiales de Ecuador sino porque sus editoriales extranjeras aprovecharon para presentar sus obras en el evento. Así se comprende que muchos de ellos hayan podido hacer críticas al stand ecuatoriano, que extrañamente, incluía un espacio grande para el proyecto Yasuní ITT, y convirtiera a una poeta como María Fernanda Espinoza en portavoz del proyecto. Es decir, María Fernanda es parte del gobierno de la Revolución Ciudadana, pero quienes conocemos su trabajo literario creo que podemos afirmar que antes de cualquier otra cosa ella es ( ¿o fue?) poeta.
En la Casa de la Literatura Peruana, Leonardo Valencia, habló del Síndrome de Falcón. No era la primera vez, solo que hubo una variante. Carlos Calderón Fajardo, escritor peruano que lo acompañó durante la conversación sostuvo que El síndorme de Falcón es un ensayo que debió escribir un peruano. La discusión giró en torno a lo local y lo global de cierta literatura, las apuestas de las editoriales europeas, el estigma de ser escritor y latinoamericano, las políticas editoriales europeas y la celebración de ciertas editoriales nacionales (peruanas) que le han apostado a nuevas voces. Aquí quiero apuntar el hecho de que una carrera literaria se hace a través del tiempo y del trabajo, así tenemos escritores como Miguel Chávez, por ejemplo, cuya novela acaba de ser publicada en Altazor, y que pienso leer cuando esté en las librerías ecuatorianas. Pero ¿por qué señalo este detalle? Creo yo que vale la pena reflexionar sobre lo que implica convertirse en un escritor, en la búsqueda de la fama o la notoriedad que muchas veces perjudica la obra en lugar de mostrarla por lo que es: una pieza literaria.
De la conferencia de Valencia me quedo con una reflexión política. Su cuestionamiento al manejo de la cultura oficial en una Feria del Libro como la de Lima. Y en ese momento Leonardo no ahondó en detalles, solo hizo una mención importante que permite una mirada crítica. Por esto, y otros detalles, creo que la opción de muchos escritores que estuvieron en el encuentro fue la de distanciarse de la oficialidad. El único problema es que a ojos generales quienes participaron en la Feria y eran ecuatorianos, llegaron porque el gobierno los llevó y esto no es cierto.
María Gabriela Alemán, por ejemplo, estaba en Lima porque su libro Album de Familia, un cuentario publicado por la editorial peruana Estruendo Mudo, lo presentaría durante la Feria. Claro que Gabriela es ecuatoriana, pero fue su editorial quien organizó su viaje, organizó su agenda, sus participaciones y sus entrevistas en medios. Una muestra interesante de lo que es la labor editorial de un grupo dirigido por Alvaro Lasso que va creciendo y que ha apostado también a nuevas voces literarias.
En medio de la Fil se celebraba en Perú las fiestas patrias. Dos días enteros dedicados completamente a una sobrexposición de tanques, aviones y artefactos bélicos a lo largo de la Avenida Brasil. El discurso de Alan García, el discurso del cardenal. Algo profundamente curioso que yo ya no recuerdo que ocurra acá en Ecuador. Es decir, hay desfiles pero el despliegue es mínimo y la importancia que le damos también, como debería ser. Más aún sorprendente el espacio que tiene la Iglesia en una fiesta patria. Tal vez sea una cuestión generacional porque yo no pienso en Perú como el país con el que algunas veces hemos tenido problemas limítrofes sino que pienso en Perú como un país bastante parecido al Ecuador.
En los lugares de entretenimiento siempre se hizo alusión a la fiesta patria, se repartieron banderines que seguimos usando el resto de días que caminamos por Lima. Varias veces en la televisión se hizo alusión a la guerra del Cenepa y por eso, creo yo, que alguien del grupo dijo: "¿Será mejor que hoy no salgamos?".
Finalmente llegó el último día en Lima y ese día pude conversar con Ernesto Carrión sobre su gira-estuvo en Arequipa leyendo sus poemas- y con Gabriela Alemán. Como siempre se trataba de una pequeña conversación que se convierte en horas de horas que nos depositaron en Jazz Zone, en donde el latin jazz fue cautivante y nos arrepentimos de que esa fuera la última noche. Ahí recorrimos lo que fue el viaje; la rosa náutica, el mirabus, la bistecca, rústica de Barranco, las ruinas de pachacamac, también hablamos de la feria, de sus improvisaciones, de la calidad de los eventos, de los próximos cuatro meses en que Maldito Corazón estará en México, del proyecto con el que ganó la beca, de otro posible viaje y del frio, de un frio antártico que me hizo comprar unas medias térmicas que se convirtieron en el lait motiv de un viaje que salió mucho mejor de lo que esperaba, gracias a la buena compañía y al espíritu libre que hacía que cada uno decidiera hacer lo que le viniese en gana. Eso sí, a la hora de la comida y de los piscos el grupo se volvía eso: un grupo.
Ayer me he pasado viendo las fotos que Catalina Vela subió a una página web creada por ella solo para el viaje. Creo que no podía haberme ido esta vez de Lima sin haber conocido el Cordano, en el centro histórico, un cafetín fundado en 1920 y que está exactamente igual que el día en que abrió. Ahí, la comida, las estanterías y las fotos van contando la historia de los comensales que incluyen al presidente, que de vez en cuando cruza la calle para tomarse una Minuta o una Causa. Definitivamente un lugar mágico, esplendorosamente vivo que ha logrado cautivar a quienes entran para curiosear.
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