“Mi madre me vino a dejar. Vestía una blusa de sangre y
cuando salimos la neblina de la mañana la envolvió
como si fuera una flor roja deshilachándose.”
cuando salimos la neblina de la mañana la envolvió
como si fuera una flor roja deshilachándose.”
Raul Zurita
Sin embargo, cuando hablo de pensar
la muerte, hablo de mirarla. Me
explico: aquello sobre lo que se
reflexiona es aquello que puede vivir,
que puede elaborar un camino, que
tiene mayor permanencia en la
personas. En ese sentido, cuando propongo pensar y mirar la muerte, estoy proponiendo acercarnos
y mirar cómo se han estructurado una serie de necro políticas, diseñadas para
que la vida no prolifere (2). Algo así como cambiar todo para que nada cambie.
Y con ello instaurar la muerte del pensamiento, que es la muerte de la
acción.
Vamos por partes. El primer paso en este pensar, implica al ojo: cómo
vemos estas muertes. Para que exista mirada, debe pre existir un deseo.
Desde aquí es indispensable conocer si como organizaciones sociales,
feministas, personas comunes y corrientes, tenemos las competencias, las
capacidades para poder mirar hacia/dentro de lo que implica la muerte de las
mujeres imbuidas en espirales de
violencias.
I
Una rosa es una rosa (3)
Vivir cada día con la zozobra del golpe. Pensar cada día en cómo no
provocar su ira. Buscar que los
desacuerdos no terminen en el rostro:
Sobrevivir cada noche.
Cada dureza de noche. Cada día.
Quienes trabajamos en centros de
atención y prevención de violencia conocemos, día tras día, las historias de
vida de mujeres para las cuales la violencia es parte de su cotidianidad. Los
servicios de atención pueden colocarnos en una paradoja: ¿por qué vivir de esta
forma, por qué no cortar la violencia? Y al mismo tiempo ¿cómo es posible que
las personas/prestadores de servicios/sociedad no puedan leer, darse cuenta, de
la complejidad y singularidad de cada situación?
Estas preguntas tan simples son parte
del imaginario de la sociedad que públicamente condena la violencia contra las
mujeres, pero que las deja solas, infinitamente solas; esperando a que ellas
sean capaces de terminar, en soledad, con un monstruo como la violencia y los
abortos clandestinos.
Y debemos decirlo: las mujeres que intentan denunciar y terminar con las
agresiones tienen mayores probabilidades de morir como venganza por parte del
victimario. Es fácil endilgar a las mujeres la responsabilidad exclusiva por su
muerte, mas en estos casos hay toda una co-responsabilidad que se pone en
manifiesto en las persistentes actitudes de minimización de los estragos y
realidad de la violencia de género e
intrafamiliar.
Una rosa es una rosa: lo que es, es
lo que es. La violencia contra las mujeres no se resuelve en el
silencio, ni perdonando. Se resuelve – de alguna forma- tomando medidas,
haciendo cortes. Cortar con un malestar es lo que le otorga cualidad de
diferencia a cada vida, por ende le otorga singularidad.
También resolvemos en algo estas
violencias cuando, una vez que las mujeres hemos optado por poner un alto, la
sociedad garantiza toda una serie de medidas que nos protejan, que nos
precautelen de nuevas agresiones, que no aumenten nuestro riesgo y
vulnerabilidad; ese es el rol del Estado: contar con un sistema de protección
integral que esté activo, alerta y con la capacidad de reconocer lo evidente:
la violencia siempre será progresiva. Pero además debemos tomar en cuenta –y
esto no es una competencia del Estado- que
la violencia ejercida por parte de quien dice querernos está atada por
necesidades particulares irresueltas de amor, autoestima, autorrealización, goce; que colocan
a las mujeres en situaciones de dependencia afectiva, económica, emocional. La
violencia se funda en despojar históricamente al sujeto mujer de herramientas para elaborar una propia
narración sobre nuestras vidas. Lidiar con esto nos demuestra que no solo
debemos ver-mirar la piel, los
golpes; debemos ver los hilos que mueven la violencia (4).
¿Podemos cómo sociedad civil ver estos hilos, de verdad? ¿Cuentan los
jueces/zas, trabajadores/as sociales y
demás funcionarios públicos con procesos de capacitación para comprender que el
femicidio no debe leerse solo como un hecho, sino como una crónica anunciada de
una vida con violencia? ¿Podemos generar respuestas de empoderamiento
económico, educativo, estético/corporal para las mujeres, una vez que estamos
dispuestas a cortar la violencia? ¿Qué alternativas de información, de
subsistencia, proponemos como sociedad a las mujeres qué no conocemos otro
patrón más allá del maltrato? ¿Qué opciones para ser-ejercer una ciudadanía
plena se dan para las mujeres en nuestro país?
II
La revolución consiste
en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos (5)
Mirar las condiciones que violentan a las mujeres es desestructurar al
patriarcado, es desestructurar un sistema en donde las tecnologías biopolíticas
están al servicio de ciertos sujetos (por lo general blancos, letrados, de
clase media-alta, masculinos)
Mirar el femicidio como el resultado de una continuidad de violencia nos
lleva a tratar de realizar un ejercicio de memoria. El feminismo adolece del
desconocimiento de su genealogía, esto lo señala constantemente el/la feminista
Paul Preciado. Entonces es necesario y urgente revisar los caminos de los
feminismos en Ecuador, reconocer que las feministas son diversas, vienen de
diferentes luchas y demandas. Esa multiplicidad enriquece el escenario a favor
de los derechos de las mujeres; pero esos feminismos ecuatorianos requieren de
una genealogía que les permita ser maleables y, a su vez, firmes para no dejar
que el Poder lo convierta en un significante vacío, despolitizado, sin la
potencia que implica ser femme
fatale, hembra, puta, hermana, nerd, mujer, insurrecta, marimacha, asexuada,
madre; en un sistema de privilegios para la violencia vertical que implica el ser hombre.
Una rosa puede pulverizarnos los ojos: mirar el mundo en clave feminista es
mirar el mundo desde las posibilidades de la diferencia. El feminismo es, entre
otras cosas, una práctica para qué,
aquello que ha permanecido subalterno, sumido en el silencio, pueda tener voz
(6). El feminismo no es una
representación de La Mujer, ya que no existe una forma de ser nosotras, como
tampoco es un vara para categorizar lo que es ser Hombre, a pesar de qué, desde el feminismo, se alerta cómo las ficciones políticas nos
han impulsado a adoptar ciertos roles-posiciones de masculinidad y feminidad
y cómo
se han validado ciertos roles por
sobre otros.
He aquí la revolución: asumir un cuerpo sin órganos: el cuerpo no
diagnosticado por las ficciones políticas como la democracia, la representación
de género, la disforia de género, el macho izquierdotropical, la madre sumisa,
la puta egoísta, el homosexual intransigente, el liberal inverosímil, la
educadora sexual que reparte estampas de santos como protección ante el demonio
del sexo, las que abortamos. (Artaud, 1947)
He aquí el incendio: mirar nuestros cuerpos como un arma, como una acampada
en donde está peleando la Historia y tomar las armas. Ser insumis@s.
Nuestros cuerpos: sustancia elemental que se bifurca, que se agota: por eso
es infinito.
Mirar nuestra precariedad, nuestra muerte tan temida e incendiarla con la
vida.
III
La estrella lloró rosa
(7)
(Una rosa es un
incendio)
Propongo mirar la muerte y, mirar es
pensar. Pensar la muerte es pensar en su
administración. Pensar la muerte implica
reconocer que los Estados utilizan la experiencia de la sociedad para
crear bunkers, mausoleos en donde entra la Historia, pero no nuestros cuerpos
(8)
Uno bien puede lidiar con la muerte, pero no con las ausencias. Cuerpos que
se acercan a Otros y lo tocan como un puñal incendiado en niebla. Madres y padres que pierden a sus hijas (para ellos
no hemos inventando un nombre). Cuerpos de mujeres que mueren bajo el puño de
sus amantes, de abortos practicados en condiciones infrahumanas, cuerpos de
hijos e hijas huérfanos como saldos de la violencia.
Una rosa es un incendio. Cuerpos de hermanas, de amigas, que flotan en el ruido de su sangre.
Y digo ruido porque el silencio ensordece demasiado rápido y demasiado
pronto, porque en Ecuador 6 de cada 10 mujeres
caminamos en la orilla de un femicidio, porque cada 4 minutos una de
nosotras está abortando.
Una rosa es un incendio. Nuestros cuerpos pueden encenderse en su propia
fragilidad.
Pensemos la muerte, para hacer la vida.
NOTAS
1) Este texto fue pensado como aporte para presentarse ante un encuentro de
mujeres feministas. Su estructura emplea las voces de tres poetas como pilar de
cada eje, pero el texto sufrió un esguince debido a un acontecimiento: la
conferencia magistral de Suely Rolnik, dictada en el marco de la Semana Cero de
la UARTES, en Guayaquil. Quiero agradecer a Bertha Díaz por propiciar un
encuentro fugaz con la pensadora. Luego de este acontecimiento este texto ha
sido contaminado por la necesidad imperante de seguir haciendo cortes distintos en el camino del feminismo
2) Esta es una referencia al pensador Achille
Mbembe y su propuesta de necropolítica
qué, para decirlo en breves rasgos, presenta al Estado como un agente propiciador de políticas
paraestatales vinculadas a la
administración de la muerte.
3) Con este aforismo Gertrude Stein
logra que la rosa se haga roja por
primera vez en la poesía, pues emplea la reiteración como una forma de
hacer carne la palabra. En el uso de esta figura literaria la poeta logra poner
a flote la cualidad de lo que enuncia y que “paradójicamente” queda oculto en
el lenguaje.
4) El rol del Estado debiera ser operativo-funcional. Brindar un marco
jurídico que proteja y garantice derechos y una aplicación sostenida en la
institucionalidad pública para que esto se cumpla. Negar la importancia de la coordinación con
el Estado es una necedad. Mientras vivamos en sociedades “organizadas” es necesario poder ejercer la exigibilidad de
los derechos a instituciones concretas, caso contrario la impunidad sería la
ley. Allí radica un trabajo fundamental
del activismo y de la sociedad civil; el mantener una distancia saludable y
prudencial entre el aparato estatal, la nuda vida y las tácticas de resistencia
como refiere Agamben.
5) Alejandra Pizarnik
6) Aunque es un guiño a G. Spivak, quien resuelve
que esto es un imposible, en este punto también me refiero a la propuesta de G. Deleuze y F. Guattari en la cual, mediante los
agenciamientos colectivos, ha sido
posible desmontar lógicas y sistemas que han prevalecido en nuestras
sociedades con privilegios y, esos agenciamientos han sido empujados por su
misma potencia de heterogeneidad en el
escenario público. Pensemos en estas ausencias
que se volvieron presentes desde la irrupción
(GLBTIQ´s, feminismos, ecologismos, etc.). A eso me refiero con voz.
7) Artaud.
8)
La entrada de los cuerpos a
los dispositivos de normación se da, justamente, desde el posicionamiento de
los cuerpos como objetos de catálogo: los sujetos afectados por patologías, los
perdedores, las otredades periféricas, los migrantes, y también las maternidades modelo, ciertos
cuerpos que sí son válidos, etc. Tomo la
referencia de M. Foucault
en Dits et écrits. 1984.
BIBLIOGRAFÍA
·
Antonin Artaud (1947).
Para acabar con el Juicio de Dios. Pieza radiofónica.
·
Achille Mbembe. (2011). Necropolítica. España: Melusina.
·
Félix
Guattari. (2013). Líneas de Fuga: por otro mundo de posibles. Argentina:
Cactus.
·
Félix
Guattari y Suely Rolnik. (2013). Micropolíticas, cartografías del deseo.
Argentina: Tinta Limón.