
¿Cómo se mide un festival de documentales? ¿Por la audiencia? ¿Por la calidad de las muestras?¿Por la organización? ¿Por todo?
Cada edición de los Edoc siempre deja sabores disímiles (en este caso estamos ante la novena muestra) y esto no necesariamente es malo, pero por supuesto, sugiere otras interrogantes.
El Festival se llama "del otro cine", y esta etiqueta ya no implica la idea con la que fue creado. Es lógico que sea así, el paso del tiempo va modificando las metáforas iniciales y en muchos casos éstas se vuelven obsoletas, trilladas o se resignifican. No creo que este último caso sea el del Edoc. Mientras buscaba el logo encontré un blog con la foto y en la parte superior decía "Consuma protesta". Curioso, pensé. Curioso lo que la protesta convoca y en lo que se ha convertido, sobre todo cuando está relacionada con el arte. Vieja polémica, tan vieja que da pereza dedicarle más líneas.
Particularmente no asisto a la primera proyección de los Edoc después de ocho experiencias previas en donde se arma un coge coge del diablo en donde un momento que se supone relajante se tensifica para lograr un asiento dentro de la sala. Todos los años hay quejas, pero los señor@s de Cinememoria tienen su manera de hacer las cosas en donde yo supongo que este tipo de queja no es más importante que otras. Pero lo que sí es importante es que yo no tropiece con la misma piedra o al menos haga el intento.
Son 100 documentales. 100. Cien es un número importante, indica abundancia, también una gran producción documental, pero ver 100 documentales es simplemente imposible. Yo, como mala espectadora de eventos públicos, solo he asistido a tres: Cinco caminos a Darío, el de Amos Oz y Bienvenido a tu familia de Diego Ortuño. Vale decir que me quedé sin ver Below the sea level, que tenía, al menos por la sinopsis, una temática interesante.
El de Ortuño no me sorprendió; creo que cuando se trata de apreciar el esfuerzo nacional siempre estaré de acuerdo que mejor es hacer algo que no hacer nada, pero la historia de la reunificación familiar no era distinta a cualquier otra que ya hubiéramos visto. No me desagradó lo que vi. Creo que el documental finalmene cuenta una historia, una triple historia, y es bastante lograr contarla de manera coherente. Por cierto coherente no quiere decir tradicional y en orden sino en sintonía con su estructura interna.
La propaganda sionista de OZ me hizo conocer a este personaje curioso, tiene momentos emotivos y me hace, por ejemplo, reparar en que hay una escritora que quisiera leer: Nadine Gordimer, la sudafricana. No puedo decir que no me satisfizo este documental, pero sobre todo por gustos muy personales.
Así llego a Darío y a sus cinco caminos. Un tema sencillo, sobre todo fresco, con el que el público sintonizó. Una búsqueda en proceso, como cualquiera, pero sin grandes pretenciones aleccionadoras o reveladoras. Un documental cotidiano en donde el desplazamiento de Darío logra hacer que los espectadores se muevan, por supuesto, en un viaje sicológico.
No se trata aquí de decir que el saldo es negativo para los Edoc. De ninguna manera lo es, pero sí creo que solo en algunas ocasiones Menos es más. A mi me entristece de verdad ver salas vacías, o casi vacías y tanto esfuerzo que solo aprovechan unos cuantos. Este año las salas han estado demasiado solitarias o tal vez los solitarios están cada vez más renuentes a salir de sus casas para llegar hasta una oscura sala de cine. O tal vez han perdido la esperanza en la sorpresa. No lo reprocho porque pasa.