No pretendo alistar nada, solo divagar un poco sobre editoriales, ediciones, lecturas y libros del 2018
En el estropeado panorama de las ediciones y los libros en el Ecuador sopla un hálito que no alcanza para poder generalizar, pero ahí está, lo hemos sentido.
Veo el trabajo editorial, el trabajo del escritor, los entusiasmos de los lectores, la presencia de las grandes y pequeñas librerías como una masa desconectada que no logra articularse pese a los enormes pequeñísimos esfuerzos de librerías independientes, editoriales independientes, escritores y gestores.
Las ferias de libros se consolidan en varias ciudades, pero no se articulan en una red. Si fuera así no se duplicarían esfuerzos realizándolas en fechas similares. Es fundamental un gran cronograma cultural en el Ecuador, para eso mismo, para no duplicar fuerzas en vano, para que alrededor de él haya organización tanto de librerías, editoriales, lectores. A pesar de que son evidentes los esfuerzos por invitar autores cuyas obras se puedan conseguir durante las ferias, esto no siempre pasa, entonces se queda descolgada la coyuntura de unir dos cosas: libro y autor, algo que es fundamental. Finalmente esos autores a los que vamos a escuchar están ahí porque escribieron primero unos cuantos libros.
Creo, además, que las ferias en general deben redefinir sus formatos de presentación de autores y que los escritores y otros invitados realmente deberían tomarse el trabajo de crear una propuesta para leerla o dialogarla en sus mesas. En muchas que me tocó ver este año que pasó, cada expositor iba como el llanero solitario. Es decir, le importó poco el tema de la mesa, lo que podría traducirse en un escaso respeto para el público. Y digo podría, puesto que es obvio que hay otras variables y circunstancias que se pueden tomar en cuenta en este aspecto.
Estos escritores y escritoras invitadas, a mi criterio, tendrían que poder reunirse con estudiantes. Hay que pensar que en esta ciudad, al menos, hay tres carreras de letras: Universidad de Las Artes, Universidad Católica, Universidad Estatal. Y claro no solo la Literatura puede interesar a quienes estudian Letras, también están los comunicadores, diseñadores, ilustradores, en fin…los estudiantes de Bachillerato. Sí, ya sabemos que esos escritores hacen presentaciones públicas y que cualquiera podría asistir, en teoría, pero también es fundamental conectar las ferias con sus grupos de interés y fomentar el gusto por la lectura ( y no solo la lectura).
A quienes organizan las ferias (me incluyo porque yo coordino una de editoriales independientes -y lean bien, editoriales independientes- aunque a veces coincide en que los editores o editoras también escriben ), aunque sea con las mejores intenciones deben reflexionar sobre las formas de pago, los valores que se adjudican a unos y otros escritores, a los invitados, etc, para que no hayan esas diferencias que pueden ser realmente perturbadoras, pero además, que se comprometan a hacer una feria cuando puedan asegurar el bienestar de sus invitados y no maltratarlos. Estos maltratos por supuesto no se hacen a propósito, muchos son ajenos a nuestra voluntad, pero el resultado termina siendo el mismo, y sobre todo, quienes coordinan estos eventos quedan por los suelos porque al final han sido ellos quienes han hecho el contacto con los invitados.
Lo que yo he podido ver que por supuesto no es todo
Una vez dicho lo anterior que podría ser más abrumador, paso a resaltar el trabajo de varias editoriales independientes que se la juegan. Me refiero, por ejemplo, a la magnífica edición crítica anotada de los poemas de Carrera Andrade hecha por el Fakir, que publicó hace pocos días, además, el primer número antológico de Ciencia ficción ecuatoriana. En este mismo camino en que el Fakir ha hecho recorrido están también su Bestiario ilustrado, Terror ecuatoriano volumen 1, los libros de Montt y Power Paola, el de Hernán Ramos, Bogotá 39 y más. Me parece que todo esto hace que sea la editorial independiente que más ha crecido, que hace apuestas y que se consolida.
Voy a seguir con las editoriales, pero antes tengo que decir que la edición de El cuervo de Bolivia de Humo de G. Alemán es una belleza.
Así como El Fakir ha logrado su espacio ya imperdible en la edición en el Ecuador tengo que decir que varias editoriales universitarias también han sido importantes este año. El trabajo de Santiago Vizcaíno como editor de la PUCE es notorio y notable. A él le debemos la colección El almuerzo del solitario, Antología Lírica del Ecuador en donde aparecen Francisco Granizo (1925), Efraín Jara Idrovo (1926), Carlos Eduardo Jaramillo (1932), Aurora Estrada y much@s más. Pero además este año coeditó junto con La caída de Germán Gasio Baquiola, nuestro muy querido Conde o Ché, además tesorero de la Asociación de Editores Independientes, El fotógrafo de las tinieblas de Santiago Rosero, que es el libro más interesante que leí en el 2018, junto con Los senos maravillosos de Karina Sánchez editado por Festina Lente de Salvador Izquierdo y Romina Muñoz y La primera vez que vi un fantasma de Solange Rodríguez publicado como coedición entre Candaya y la editorial de la Universidad de Las Artes. Para cada uno de estos libros haré un comentario, no en este texto, que tiene otros fines. Además tengo que decir qué otros libros leí este año con mucho entusiasmo: Mandíbula, Siberia, Las cosas que no decimos, Pelea de gallos, Teoría del manglar y Nunca más Amarilis. Eso también me lo reservo para otro momento…
Creo también que ha sido importante el vuelco que ha tomado la editorial El conejo, la más vieja tal vez, de las editoriales ecuatorianas. Fue un acierto publicar a Chimal a Cáceres, Señorita Satán y El espía, la carnada y el precio de Sandra A. Me parece que son buenos estos rumbos, y vuelven, tal vez como al inicio de su fundación a hacer algunas apuestas.
Quiero hablar además de la editorial Turbina de Juan Pablo Crespo y Daniela Alcívar. Sus aciertos son haber apostado por la crónica y el ensayo, (Lama de Sabrina Duque -también dentro de lo mejor leído este año- y Moneda al Aire de Leonardo Valencia) también en publicar a una narradora brutal como Ariana Harwicz. Libros pequeños, portátiles, eso sí, debo decir, en algunos el tamaño de letra nos mata a las más viejitas. Es lo único no positivo que podría decir de esta editorial que también ha crecido muchísimo.
Luego es fundamental no dejar de lado la producción de libros para niños en el Ecuador, también libros ilustrados que no son necesariamente para niños. El trabajo editorial artesanal de altísimo nivel de Comoyoko es impecable. Esta apuesta sí que es un riesgo, porque estos libros no pueden ser tan baratos. Su alto detalle de elaboración no lo podría permitir. Y hablando de otros riesgos debo mencionar que Festina Lente este año sacó un libro de Marco Alvarado (artista visual) y la poesía reunida de Mario Campaña. Una editorial que apuesta a la poesía (Ruido Blanco también lo hace y Fondo de Animal igual) es una aguja en un pajar. Y para solo reflexionar un poco, ¿ se imaginan una lista de los mejores libros del año en donde la poesía sea la reina que es? ¿Causaría el mismo impacto que una lista de narrativa? Yo lo dudo, pero supongo que aun habrá cosas que nos asombren.
El hálito
Al comenzar dije que se sintió un hálito en la literatura del Ecuador, pese al panorama desolador. Sobre lo desolador puedo decir que espero más del Ministerio de Cultura, siempre. Lo interesante es que esto es un clarísimo deseo. No podría convertirse en una realidad, ya de eso estoy segura, sobre todo porque ya no sería deseo. Es imposible, parece que es imposible. Creo que deben aclararse situaciones que atañen al Plan Nacional de Lectura, a las formas de participación en estas selecciones y catálogos, y mucho más. Nunca viene mal una exposición frontal de lo que se va gestionando. Mientras más veces mejor. Una noticia en un diario local hace poco hablaba de un comité que selecciona los libros que aparecerán en el plan de publicaciones del Plan de Lectura. Pues debemos saber quiénes son, cómo se eligen los textos, en qué cantidades, a dónde van a parar y con qué objetivo, qué tipo de contratos se hacen con los autores y editores. ¿Quién podría estar en contra de un Plan Nacional de Lectura? Me atrevo a decir que nadie. El asunto no es ese. El asunto es la corporalidad de este plan de lectura específico y del desconocimiento sobre él, puesto que cuando se le pregunta a las personas de a pie qué es el plan y si lo conocen, pues nadie dice que sí. Seguro los funcionarios del Ministerio lo conocen, no hay duda de eso. Pero, ¿ y el resto?
Ahora el hálito, que tiene que ver, entre otras cosas, con el desempeño de varias escritoras ecuatorianas y de sus escrituras, aunque a veces mediáticamente queden un poco relegadas las escrituras (pensemos que Mandíbula de Ojeda se acabó en Mr Books y casi no se pueden conseguir sus libros, igual ocurre con Pelea de gallos de Ampuero). Aquí si enfáticamente debo decir que no puede ser que las grandes librerías del país no puedan traer inmediatamente estos libros. No puede ser. Por otro lado, es innegable que estas luces que hoy caen sobre estas escritoras, permitirán hablar de otros escritores, hombres y mujeres, también valiosos del Ecuador. El asunto es que no se trata de un reconocimiento al país. Este es el esfuerzo y el trabajo individual de ellas, que claro que son ecuatorianas, eso ya lo sabemos (y nos gusta), pero no es por eso que sus escrituras son poderosas. Y tampoco ese poder se ha hecho presente porque son mujeres (y ya sabemos que son mujeres, y eso también nos gusta). Finalmente estos reconocimientos le hacen bien a las letras, a la literatura. Yo espero también que multipliquen los lectores de nuestra literatura porque hay mucho por leer, y también que entre otras cosas los diálogos y conversaciones se centren en sus libros y no solo en sus diversos activismos. Y que nadie diga que acá se dice que los activismo son negativos. No. Todo lo contrario. El activismo es noble y trascendente, pero se trata de dar un espacio a algo que también ha estado relegado de nuestros imaginarios por años. Se trata de cómo ellas, a través de sus novelas y sus cuentos (de sus escrituras), han creado universos que han trascendido las fronteras de un género de un espacio y, -posiblemente, eso solo el futuro lo dirá- de un tiempo. Con pañuelos verdes atados al cuello o sin ellos, hay un torrente allí que no dejará de ser lo que es. A cada un@ le tocará explorar cuál es ese torrente.
Quisiera resaltar también la figura y la trayectoria de una escritora que a mi me parece fundamental en mi contemporaneidad. Se trata de Gabriela Alemán que este año hizo una gira en Estados Unidos a propósito de la traducción al inglés de Poso Wells. ¿Por qué traigo su nombre a este texto? Bueno, porque en mi lejana observación de algunas cosas siempre veo su talante mesurado y su trabajo sistemático y sostenido. Supongo yo que fiel a sus principios como creadora, Gabriela, apoyando a escritores jóvenes, a editores, también, abriendo contactos con espacios literarios muchas veces inaccesibles para todos. Si hay una palabra que viene a mi cabeza es generosidad. Ella es una escritora generosa. Que no se diga también que he intentado decir que las escritoras deben ser generosas. No, no. Ella lo es. Solo eso.
Si este año 2018 fue crítico, más crítico que el 2017. ¿Qué nos depara 2019 en el ámbito cultural? ¿Cómo podrán seguir trabajando o creciendo las editoriales? ¿De qué manera los medios de prensa tradicionales y virtuales anudan o sirven para hacer redes? ¿Proliferarán las librerías? ¿Tendrán las librerías más libros de autores ecuatorianos? ¿Diario El Telégrafo cancelará las deudas que tiene con sus colaboradores? ¿Nacerá algún otro suplemento cultural?
Yo llevo más de 10 años haciendo un Garaje de libros todos los meses del año y debo decir que por cada 50 libros usados que vendo, solo 5 personas compran libros de autores ecuatorianos. Una de las cosas que propongo a mis amigos librer@s y editor@s es hacer una ruta de librerías, ferias y editoriales en el Ecuador. Si en Enero tuviéramos lista esta información podríamos afrontar de mejor manera este año que empieza y prepararnos. Un ejemplo, claro, improbable, pero ejemplo. Si supiéramos a quiénes se piensa invitar para feria de libros y las obras de esos autores fueran difíciles de conseguir (no olvidemos el problema de distribución externo e interno) podríamos editarlos o imprimir algunos títulos acá. Es difícil que una editorial apueste, pero si los autores estarán en el país, o si son escritores de acá que tendrán un rol importante en algunas ferias, pues claro que nos lo pensaríamos varias veces.