Sunday, March 29, 2015

La escritura que inventaron las mujeres

“De modo que aquí me tenéis, sola con mis pensamientos frente a este abanico. Cuando lo cojo, me sorprende lo poco que pesa, pues en él están registradas muchas penas y alegrías. Lo abro con una sacudida y el sonido de los pliegues al desdoblarse me recuerda al de los latidos del corazón. Los recuerdos pasan a toda velocidad ante mis ojos”.

El abanico de seda se despliega y de él penden mensajes escritos en Nu Shu. Nadie más que algunas mujeres pueden comprender esos dibujos cargados de sentido: historias a manera de parábolas, textos de amor- si es que eso fuera absolutamente definible-, promesas que alientan a Flor de Nieve  y Lirio Blanco a creer que siempre serán almas gemelas o laotangs.
Es mucho más lo que urde Lisa See en El abanico de seda, novela traducida por Salamandra y cuyo título original es Snow Flower and the secret fan, publicada en 2005, y que recoge tradiciones chinas tan cuestionadas como la del vendado de los pies, que fue hasta 1950, aproximadamente, una condición para conseguir un “buen matrimonio”. Mientras más pequeños los pies de la novia, y semejantes a una flor de loto, mayores probabilidades de una unión económicamente ventajosa. Algunas, lograban que sus pies llegaran a medir solo 7 u 8 centímetros. En el camino de esta práctica, cientos de mujeres murieron por un procedimiento bárbaro y patriarcal, que dolorosamente debían perpetuarlo las madres a sus hijas, pero que además no sólo modificaba la forma de los pies sino que cambiaba el carácter de las mujeres.
“Cuando tenía cuarenta años, la rigidez de mis vendajes había pasado de mis lotos dorados a mi corazón, y éste se aferraba con tanta fuerza a injusticias y agravios del pasado que no me permitía perdonar a los que quería y me querían”.
Es posible que el vendado de pies se iniciara durante la dinastía Song (famosa porque introdujo el uso de billetes de papel como moneda y la pólvora), entre 960 y 1280, por bailarinas, y que posteriormente, fuera una costumbre adoptada por la clase alta y la burguesía. Las mujeres pertenecientes a otros estratos sociales no podían realizar esta práctica porque debían trabajar, sin embargo, si lo hacían, la medida era una gran oportunidad para escalar socialmente.
A manera de memoria, Lirio Blanco, ya anciana, con más de 80 años, decide contar  su vida, justificándose,  porque a su edad sólo le interesa el pasado“Después de tanto tiempo, por fin puedo decir lo que debía callar cuando era niña y dependía de los cuidados de mi familia, o más tarde, cuando pasé a depender de la familia de mi esposo”.
Sin embargo, ese contar del que habla la narradora no aparece a la edad que ella misma señala. De hecho, a través de su propia narración advertimos que la necesidad de contar y decir era tan apremiante que, siendo una niña aún,  aprende el Nu Shu con el que se comunicará toda la vida con su amiga Flor de Nieve.
El Nu Shu, mítica escritura misteriosa utilizada clandestinamente por mujeres es el primer acto de rebeldía en esta narración. Una sutil rebeldía cuya parábola es la historia de Yuxia hija de un campesino que es elegida concubina por el emperador y que se traslada a la corte con él, hasta que, inevitablemente, él sigue tomando a otras mujeres como concubinas y se olvida de ella. Por tristeza y en aislamiento, Yuxia, empieza a practicar la caligrafía de los hombres, en silencio pese a escuchar los comentarios que sobre ella se hacen en el palacio. Sobre todo, por querer “imitar” la caligrafía de los hombres. Pero Yuxia no es una imitadora, Yuxia cambia, inclina y flexibiliza la caligrafía y crea una nueva, un código secreto para comunicarse con su madre y su hermana. 

El abanico de seda posee varios relatos paralelos a la línea de narración principal. A manera de cajas chinas, todas estas historias contadas como parábolas están ligadas a las vidas de Lirio Blanco y Flor de Nieve. La virtud de la novela de Lisa See es la hondura psicológica de sus personajes, y el manejo de la incertidumbre, que varias veces deviene en sorpresas para los lectores. El gran marco de su relato es la vida de las mujeres en una cultura milenaria, posiblemente desconocida aún para Occidente, en donde la respuesta a la violencia sobre el territorio del cuerpo de las mujeres es la creación y el arte de una escritura propia, una lengua inventada que da cuenta del mundo que hasta ahora, ha sido narrado parcialmente. Porque el mundo se sigue contando con la lengua del padre, diría yo, muy a mi pesar, salvo increíbles intentos desestabilizadores como los de Clarice Lispector, Ursula K Le Guin, Cristina Rivera Garza o Margaret Atwood.
Hace poco, en una entrevista a propósito del “Día de la Mujer”, la escritora Gabriela Alemán, dijo para El Comercio: “Así que, ¿qué me gusta de ser mujer? Leer a mujeres que escriben sobre mundo alternativos para que nuestro mundo y sociedad pueda imaginarse de otra manera”.
Traigo las declaraciones de Gabriela a este texto porque en ocasiones, los relatos escritos por mujeres sobre mujeres, podrían servir para reivindicar el género, y en otras, como en el caso de Lisa See y de su Abanico de seda, también para reinventar la Literatura. Como mujer, aprecio estas dos maneras de hacer escritura, pero celebro la última como una posibilidad que no tiene límites.

Si existe o no una escritura creada por las mujeres es uno de eso debates que no está cerrado. Esa respuesta o esas respuestas se seguirán elaborando ad infinitum  mientas la ficción las resuelva en historias como la del Abanico de seda.