Wednesday, August 29, 2012

El lugar imposible



Los lugares reales de Guayaquil no existen. Hace mucho que los sitios únicos para trabajar el arte han desaparecido en esta ciudad y sin embargo, las Historias sucias de Santana han llevado a Cadáver exquisito ediciones a un escondite inigualable…el taller del maestro Walter Páez, conocido grabador ecuatoriano, que lejos de de la espectacularidad trabaja como siempre, desde hace años en el piso superior de lo que fuera el Gran Cacao, en la calle Panamá, a una cuadra del río.
Aun llega a ese edificio el olor del café que venden en la esquina y el artista se ha encargado de restaurar la construcción de madera que conserva los pasamanos y ventanas originales. Es un espacio de aproximadamente 100 metros cuadrados de paredes sin límites vestidas de pinturas, serigrafías y grabados regalados y olvidados. Aquí se conjuga el trabajo con la pasión violentando todo presupuesto original de una idea macabra: que el trabajo es una prisión a la que todos estamos condenados inexorablemente. Es este medio no hay una reflexión muy grande sobre cómo el arte se escapa del trabajo o constituya una suerte de trabajo disidente. Y podríamos enfilar ahí, también al crítico, al investigador y a todos aquellos que no se alinean a cualquier poder, que es la postura que yo creo que debe tener cualquier artista o intelectual, para ya sea a través del arte o de la reflexión teórica, desmontar estructuras.
Es en este lugar en donde Paez crea y enseña aunque dice que no lo hace ya. Sus allegados, alumnos y personas que le piden consejos sobre su técnica pueden acceder al taller y trabajar en él con la única condición de que no se lleven nada: “No me gustan los ladrones”, es todo lo que menciona al referirse a quienes frecuentan la casa.
A primera vista este taller me recuerda a otro, uno en la calle Sol de La Habana, el taller de Chocolate…y como el mundo es más que pequeño recuerdo que en esa visita a Cuba Jimmy Mendoza dijo que le entregara a Choco unos grabados, uno de él y otro de Páez. El maestro sonríe con mi historia mínima y dice que es gran amigo del cubano, que ha estado también en su taller y el ciclo se cierra. Se cierra casi completo gracias a las Historias sucias de Santana.
Walter quiere hacerlo todo, todo bien, como él dice. “Yo no iba a poner cosas evidentes, o sea unas putas en la portada”. Hay otra elaboración para un trabajo de interpretación como hacer la portada de un libro…así que después de esta incursión no me preocupa ya el trabajo creativo de las portadas. En mejores manos no podrían estar.
La tarde va cayendo y a lo lejos se empiezan a prender las lucecitas del cerro, ya Walter quiere irse así que, simplemente bajamos por la escolares roja y nos vamos.